Por Sebastián Carapezza
Con tres libros de poesía publicados por el Fondo Editorial Rionegrino, la autora viedmense Silvina Fazio describe en esta entrevista temas diversos. Tres serán las claves: la permanente búsqueda de interrogantes que conduzcan a nuevas respuestas, las dudas ante todo tipo de apariencias, y una imperiosa necesidad de estar en contacto con la naturaleza y con la poesía que de ella germina.
La charla comenzó como casi siempre: hablando del clima, de los síntomas del fin del verano, de las bondades que dejan atrás los meses más calurosos del año y de la importancia de tener una costanera junto al río como la que tiene Viedma, ciudad que vio nacer, un 11 de octubre de 1976, a esta poeta.
“Desde entonces sus barrios han crecido muchísimo. En mi adolescencia salía del boliche a la madrugada y volvía caminando. Cosas como esas ya no se pueden hacer. No obstante, lo que está bueno es que además de ser una ciudad administrativa, hay muchas más movidas populares, siempre hay algo para hacer y, cuando no, están el río y el mar ahí nomás para acobijarte. Estas fuerzas de la naturaleza vienen a mi poesía porque son parte de mi identidad y de todos los que nacieron en esta ciudad. Pensaba en eso cuando estuve tomando unos mates en los paisajes únicos que ofrece Bariloche”.
La pertenencia a la tierra que habita se muestra definitoria, inconmovible: “Si bien me gusta viajar, mi lugar en el mundo es Viedma, no podría vivir sin el río ni el mar”.
Ella pregunta, del otro lado de la pantalla que nos conecta vía zoom, cuáles serían las bondades de estas latitudes a la sombra de la inmensa cordillera de los Andes, en las que me encuentro. No dudo en nombrar los lagos, las caminatas, los bosques y la variedad de olores y colores de esta región. Sin embargo, mi respuesta no fue espontánea sino algo planificada: muchos de los elementos que enumero son denominadores comunes e insumos fundamentales para la composición de sus textos, tan frescos como punzantes, e inspirados en el entorno natural y los seres que allí lo habitan.
“Los escritores somos permeables a las geografías y el clima que nos rodea, pero tampoco creo que sea condicionante. No concuerdo con esto de que si sos de Río Negro tenés que hablar siempre del viento o la lluvia. Creo que son características que no son determinantes sino flexibles, ya que podes encontrar un escritor que viva en esta ciudad que jamás mencione la palabra “río” o “mar”.
No me gusta esto de pensar que por ser rionegrina o patagónica escribo de una determinada manera, y si soy cordobés de otra. Es que si me das dos libros de diferentes provincias no siempre está claro su lugar de procedencia. En definitiva, creo que son matices, no la esencia de la poesía en sí misma”, sostiene esta autora de mirada serena y palabras precisas.
No resulta casual que la dedicatoria de “Residencia de pájaro”, su libro más reciente, esté dirigida a “todas las formas del mar, a la noche inmensa. A la luna visora, a los animales en su deidad. A la palabra, siempre”. Y que ya el preámbulo de su primera poesía dispare una síntesis como “No tiene dónde ir el mundo, por eso construye pájaros”.
Silvina conoce Bariloche; la visita todos los años. No solo descubre la magia de una mateada tempranera junto a un lago, de un atardecer en un mirador, sino también las peripecias que presenta el tráfico y los desafíos de moverse en transporte público en una ciudad que hace rato se sacó de encima la imagen de pueblo de montaña.
La apuro y le propongo escribir un poema describiendo el periplo de viajar en colectivo en una ciudad que vive en temporada constante. Se niega rotundamente. “Es que soy honesta con lo que escribo y lo hago sobre temáticas que me interesan, no podría ser en mi caso de otro modo. Por eso no suelo subirme a ninguna moda de temáticas literarias”, concluye.
Confiesa además -y casi al borde de ponerse colorada- que es muy pudorosa y que es por eso que no participa de muchos eventos culturales. Lo que le gusta es escribir; después que pase lo que tenga que pasar con sus textos. Cuando la obra tiene potencia, sin dudas hace un surco en quién la lee, permitiendo germinar nuevas ideas, sentidos, colores. En definitiva ¿no es eso también la poesía?
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Sus poemas integraron el libro “Poesía y Narrativa Actual” (Editorial Nuevo Ser, 2006) y formaron parte de “Antología de Poesía Rionegrina, 10 poetas rionegrinos contemporáneos” (Fondo Editorial Rionegrino, 2010). Además, tiene editadas tres obras de poesía: “Vueltas de búho” (2010), “Rumia” (2018) y “Residencia de pájaro” (2021), publicadas por el FER luego de resultar seleccionadas en convocatorias realizadas por esa editorial pública. Pero, para poder concursar, esos poemas primero debieron nacer, génesis que tiene diferentes pasos en la vida de esta poeta.
“Los primeros trazos de un texto los hago en papel, en un cuadernito que siempre llevo encima o duerme en mi mesita de luz; me asiste en la calle cuando de repente se me ocurre un juego de palabras, un verso o una idea: la anoto en ese instante… o grabo en el celular. Después, lo paso en la computadora y le hago correcciones, sin que sean demasiadas para que el poema no pierda su esencia.
Mi pareja siempre dice que tengo una obsesión por los pájaros y puede ser: es que me parecen bellísimos, muy variados y unos objetos poéticos increíbles. Si contaran la cantidad de veces que en mis libros repito la palabra “luna” o “pájaro”, se abrumarían. Creo que la fascinación es con la naturaleza en general y con las aves en particular, por su belleza. Es por eso que tengo poemas sobre los perros, sobre los gatos, hasta sobre una mosca que aparece en una imagen en el libro “Rumia”. Me tratan un poco de loca y quizás tengan razón.
Mi primera obra, ‘Vueltas de Búho’, la comencé a escribir sin saber que iba a formar parte de un libro. Esa obra tiene una escritura bastante experimental y en esos primeros poemas creo que encontré una voz que identifiqué como propia, ya que estaba segura de lo que quería decir. El encontrarme a mí misma en esa voz hizo que comience a escribir, a ver cierta continuidad, a sentir que la búsqueda tenía un sentido, que había poemas que se podían armar, que dialogaban entre sí. Ahí comencé a pensar la posibilidad de hacer un libro y así fue como, después de terminarlo, lo presenté en un concurso del FER y tuve la posibilidad de publicar”, rememora la autora.
Aquí es cuando la charla se distiende, se vuelve más íntima y surgen guiños que no merecen estar pantalla de por medio sino socializando un mate. Una anécdota de Silvina da continuidad a la entrevista: “En mi adolescencia, por el año 94, descubrí que existía el FER, y no sabía cómo acceder a sus libros. Entonces recurrí a una de las bibliotecas más grandes de mi ciudad, donde tenían toda la colección. Iba todas las tardes a leer a poetas de la región, descubriéndolos de a poco. En ese entonces mi sueño de adolescencia era publicar ahí y ser una de esas autoras. Es por eso que considero de vital importancia la función del FER; el mostrar lo que estamos haciendo los escritores de la provincia”.
Toda la producción poética de esta autora se aúna en torno a una misma búsqueda estética: la inquietud por las geografías de lo nimio, por las miradas que cruzan lo filosófico con las leyes del cosmos, por las palabras que se animan a la intuición y a la reflexión para preguntar acerca de las formas del mundo. Sin dudas, esos caminos atraviesan y definen su libro “Rumia”.
“Creo que en este segundo libro continuó la misma búsqueda, además me animé a jugar desde lo poético con cuestiones que tienen que ver con la física: la perspectiva del ojo espectador, la ley de la gravedad, las realidades paralelas y la cuántica. Creo que “Rumia” tiene una entrada más profunda al cosmos, y lo que está afuera de nosotros forma parte de nuestra cotidianeidad. Cómo la luna determina las mareas es una ley de la física, pero tiene algo muy poético.
Por otro lado, la cuestión del color en este libro no pasa desapercibida porque me esmeré para que cada poema tenga su ilustración, su propia imagen, algo que resultó muy potente. De hecho hay una competencia entre la palabra y la imagen en la que espero que gane la palabra porque lo otro es más un juego. Las fotos que allí aparecen son todas mías, totalmente amateurs... con un caleidoscopio las convertí en imágenes.
En este libro al igual que en los otros, siempre dudo de todas las apariencias, tanto económicas como estéticas, sociales, etc.. Siempre quiero dudar porque a partir de la duda podes tratar de buscar alguna respuesta. Creo que hay que tener una inquietud, esbozar una respuesta, cerrar el poema, y después comenzar a dudar de nuevo. Y quizás esa duda sea el nacimiento de otras inquietudes que lleven a otras respuestas. Entonces mi poesía es una larga sucesión de respuestas provisorias; el lector verá con cuál de esas respuestas se queda.
Esta premisa la sostengo tanto a nivel personal como humano: entender que el mundo no pasa por uno. Aunque parezca obvio, muchos todavía no entienden que no somos el centro de nada; somos minúsculos y parte de un mismo todo a nivel social y universal.
Entender esto resulta en la actualidad algo fundamental para la convivencia entre las personas. Y hay que vivir con esa consigna siempre presente porque si dañamos a la naturaleza nos perjudicamos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a vivir sin agua, sin vegetación o animales? Es una idea estúpida y egoísta porque solos no vamos a poder vivir. Hay que salirse de uno mismo para mirar el todo”, grafica la poeta usando palabras sencillas para referir a algo que evidentemente no lo es.
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En el poema “Umbrales”, que cierra su libro “Residencia de pájaro”, publicado en 2022, Silvina describe:
“Quien oye cantar un pájaro
quien mira el mar desde adentro,
quien se pausa en una crisálida,
quien alámpara la noche y se enciende.
Quien conjura milagros y no sabe
cuando acaricia el lomo de un perro;
quien rompe con sus manos la tierra
en la improbable tela de los sueños (...)”.
Algunas temáticas que atraviesan esta obra son el amor por la naturaleza y por los animales en particular, desde una perspectiva bastante panteísta del asunto, que señala críticamente al ser humano cuando se coloca por encima del resto de los habitantes del planeta.
“Esa mirada sobre cómo nos posicionamos ante los demás, está muy presente en mis obras. Un poco tiene que ver con una preocupación y posición de vida, como lo es ser vegana desde hace más de 20 años. También hay cierta inquietud filosófica, que me animo a tocar a tientas e intento plasmar en mi poesía. Además, y sobre todo en el último libro, hay cierta lupa sobre lo nimio, una reflexión sobre el lenguaje. Sin embargo, siempre mis respuestas son provisorias e incluso me contradigo en los mismos libros”, reconoce con sinceridad y sin pudor.
Su escritura trata de un modo de ver, y lo plasma a partir de trabajar el lenguaje buscando conectividad en sus formas con una melodía determinada. “A veces estoy todo un día buscando una palabra que refleje mejor el sentido que le quiero dar y a la vez que sea sonora y se adecúe al poema. La preocupación por el ritmo viene de los sonetos. Rubén Darío era quien decía que la idea está en la música de uno mismo. Intento que eso sea lo que suceda, sin saber si realmente lo logro.
La poesía, de todas las formas literarias, es la que nació para ser dicha, es la que más se acerca a lo musical. Por eso todos los poetas cuando finalizan un texto lo primero que hacen es leerlo en voz alta para sentir cómo suena y escuchar si es armonioso. Y por eso creo que mi poesía no es para descubrirla con bullicio de fondo, sino que necesita concentración, soledad y silencio. El ideal creo que sería junto al río o a un lago, porque los espejos de agua reflejan el destello de nuestra mirada”.
“¡Vos frename, vos frename… porque sino me voy por las ramas!”, advierte la entrevistada. Y sí, tiene razón. Es que todos los tópicos de sus libros, y también de esta charla, están relacionados, enraizados y forman parte de un mismo ecosistema. Y eso sucede en su propia vida. Tal es así que además de ser escritora, Silvina es profesora universitaria en el Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA) desde hace años. Pregunto sobre el disfrute y desafíos que encuentra en cada una de estas actividades relacionadas con la escritura y las letras.
“Cuando terminé la secundaria ya sabía que quería estudiar Letras, gracias al amor por la literatura que siempre tuve. Después vino el camino de la profesión. Y al contrario de lo que piensan algunos, que la academia limita tu libertad de lectura y universo de escritura, en lo personal me dio herramientas para acercarme aún más a la literatura. A partir de un trabajo académico, aprendí a leer todos los sentidos que tiene un texto, no solamente los que aparecen en las primeras lecturas. Eso me abrió un mundo, un panorama que me acercó a muchas lecturas que no hubieran sido posibles.
Así es como siempre traté de fusionar estos dos ámbitos que en apariencia son irreconciliables. Sin dudas creo que una escritura más literaria puede convivir en la academia… en definitiva es la academia quien dicta qué es lo que entra en el canon y qué no, para la literatura en general.
Y llegar a editar siendo del interior es más difícil porque la lupa siempre está en Buenos Aires. Entonces, intento conciliarme en el aula y que los alumnos se motiven. Me parece que son dos mundos que se pueden unir. Trato de fusionar esas dos esferas y cuando no se puede, directamente las separo. Me molesta un poco teorizar sobre poesía porque no siempre se puede constatar. Tengo muy presente la imagen de que la poesía es un animal vivo que siempre se está reinventando.
No obstante en el ámbito académico también hay que poner el cuerpo; en mi caso me volvió más exigente. Es que al hacer crítica literaria y haber leído a tantos escritores, tengo una vara elevada, y en lo personal no quiero mostrar textos a los que desde mi punto de vista les falta trabajo. Solo salir de mi libretita lleva un montón de esfuerzo: el primer trabajo es leer a otros autores, porque para escribir primero hay que ser un buen lector”, reconoce esta autora que con el devenir de sus versos surca la premisa de que la poesía es una forma razonada de la emoción, un acto de irreverencia perceptiva.
La entrevista terminó hace largo rato. Ahora solo conversamos sobre literatura y libros. Le pregunto cuáles son sus infaltables, sus gratas sorpresas literarias de los últimos tiempos. Me confiesa que tiene autores clásicos a los cuales recurre permanentemente. “Son infaltables para mí Borges, Cortázar, Girondo, García Lorca, Whitman, y Sor Juana me encanta porque es un emblema. El último que leí y me impactó es de Leopoldo Castilla, un poeta salteño. Sin embargo hace rato que leo mucha poesía con una sucesión de ideas, que tienen un inicio, un final, un impacto, una temática estilística, un trabajo cuidado con el lenguaje y una coherencia. Quizás esas características terminaron reflejadas en mis propios textos”, concluye.
Nos despedimos y cerramos la sesión de Zoom. Apagamos los monitores y volvemos a nuestras vidas: una que transita a la vera del mar, la otra a la sombra de los Andes, dentro de una misma y antagónica provincia patagónica. Días después recibo un correo electrónico suyo rememorando parte de la charla de un modo que grafica de la mejor manera y en forma textual la esencia de esta autora:
“Cuando hablamos de la ciudad, creo haberte comentado el privilegio que implica poder disfrutar de su río y de su mar y cómo no podría vivir sin ese paisaje. Para ilustrarlo (y que me creas), quise compartir dos fotos que saqué del atardecer cayendo sobre el agua. Ahí, hay poesía.
P.D.: Toda inquisición genuina acerca del cosmos es un acto poético. ¿Qué es un árbol? ¿Qué piensan las hormigas? ¿Cuánto dura lo infinito? ¿Cómo se borra la memoria de los espejos? ¿Dónde termina el mar? ¿Cuál es la voz de la poesía? Si me preguntan, no escribo para buscar respuestas, sino porque me invaden insistentemente las preguntas”.